martes, 25 de septiembre de 2007

Patios V –La novia olvidada-

Alguna mañana invernal de septiembre el frío corría entre mi fatídica figura y mis desojadas ropas del centro, el cuadro se pintaba en una columna en forma de procesión que cubría casi enteramente la vereda a modo de peones de ajedrez, los gestos que plasmaba el frío, vislumbraban la oda mas elocuente de un lunes a las siete de la mañana, la gente enrropada no desatinaba con el gris indecoroso de la ciudad, y pasaban por espectros los que empinaron el estribo la noche de antaño, caminando lúgubremente entre los templos que formaban los laburantes absortos en sus pensamientos de café y periódicos. Alguna música caía en mis oídos rojos a causa del frío, ¿seria tal vez algún tango añejo que me recordaba la caída de los textos de un Marechal que olía otra Buenos Aires y palpaba a un Megafón con alma?.
Yo caminaba con rumbo lastimero hacia lo inminente, un día nuevo en mi trabajo común, mientras el polvo de mis sueños se perdía entre la luz del sol, vi transgrediendo el orden emocional de la ciudad, una figura cuya sobriedad me pareció plenamente sincera, la mujer sentada en el banco de la plaza San Martín con mirada de humo oscuro y chal gris entramado con cordones blancos de lana, parecía una estatua sobre la humanidad obtusa, en sus ojos de humo oscuro, se veía la fatalidad del ser en una ironía burlona sobre el resto de los seudo humanos que divagábamos entre lo normal, me ahogaba la idea de verme en la realidad desconcertante, y ella en el mundo crudo de las emociones, desatinando gravemente con las estructuras humanas, en su melancólica presencia se hundía la misma sentencia de autómatas que tenemos, la cual ella esquivaba vivazmente. Sus cabellos negros caían armoniosamente sobre sus hombros sentenciando la pintura de una mujer joven hermosamente rebelde ya sedimentada con los años, pero sin quitarle dulzura de maja.
Su silencio era la caja de Pandora que daría comienzo al día real; tómese por real el nacimiento del nuevo ser, su silencio conjugaba la noche con el crepitar del día en un pentagrama tan bien logrado que hasta al mismo Mozart hubiese sorprendido.
Sumido en estos pensamientos comprendí quien era, de pequeño me habían hablado alguna vez de ella, se rumoreaba según recuerdo en el barrio de Flores sobre su espectro mágico, era la “novia olvidada”, la mujer del día y la noche, aquella que 15 abriles atrás hacia tronar los corazones en los bailongos de la calle Caracas, la que en los caseríos comprometidos de San Telmo sacaba lustre a las tonadas folklóricas argentinas, la que todos buscaban y nunca encontraban, la maga de Borges. Recuerdo su historia, la que en medio de “Mujer, niña y amiga” se perdía en la bruma fantasmal de la noche luego de coronar al aire como su amante eterno al ritmo del paso doble. Se dice que fue mujer de tangos, aquella en que titulaban “Margot”, “Ivette”, “Ivon” la que se perdía entre el corso, la de la mascarita, la que quebraba a un taita con no mas armas que su mirada, y un guapo y varón lo lloraba todo, la que sin decirlo lo gritaba, la realidad del amor…
Así pensé cuando me acerque hasta su banco de la plaza San Martín, y súbitamente comenzó a caer una garúa de “El último café” que impulso en mi un pensamiento de acierto claro y mi sonrisa se esbozaba sin naciente objeción. Caminé hasta ella sin perder el rumbo contundente de mi andar, ensimismado en mi trayecto escuche una voz que canturreaba mi nombre, al darme vuelta era Manuel, de pantalones cortos y casaca de Chacarita (Si!!! Siete de la mañana con frío en tarlipes).
_ ¿Que haces Matías?
_ Ahh Manuel –Con desdén por sacarme de mi camino- Voy a laburar y vos, ¿que haces por el centro?
_ Voy a buscar a Gabi al hospital, se fue a sacar sangre para una tía (profirió el hablador).
_ Esta bien, ¿como están ustedes? –Ya con impaciencia-
_ Mejor, mucho mejor, sabes que… (Con intención de seguir la charla)
_ (Cortándolo rotundamente) Buenísimo, me alegro, tengo que ir a laburar, estoy llegando medio tarde, cuidate Manuel, nos vemos en el Bar…
_ Portate bien malandrín (Me grito desde la incipiente lejanía entre nuestras carnes terrenales)
…perdí su voz entre la garúa, que ya era lluvia fuerte golpeando los sonidos que Manuel exaltaba. Al mirar nuevamente hacia el banco de la Plaza San Martín, la dama de la noche y del día se había perdido, mire para todos lados y sentí en mi pecho la tristeza que deja un tango oscuro y arrabalero, la perdí, así como otros la perdieron…La que contesta todas las preguntas sin decirlo, la que podía decirme quien era yo en medio de la fuerte lluvia que ya no garuaba…recuerdo aquel día en que aun hacia exaltar a los caballeros de los arrabales, cuando sacaba astillas en el las pasarelas de la calle Caracas, recuerdo a la novia olvidada de la que medio Flores hablaba, recuerdo que era un tango viejo que nunca se perderá entre el montón…

*Retazos de Nené se pierden en este fragmento de una texto mucho mejor escrito…