sábado, 23 de junio de 2007

Baby Blue

Manuel de a poco adoptaba la posición fetal casi sin querer, en el tocadiscos sonaba Cosmigonon tan alto que nadie notaba el llanto eufórico de Manuel, recostado sobre un cubrecama sucio las lagrimas saltaban de su rostro, estallaban en sus ojos, también salían de su nariz, incluso de sus poros, saltaban desde adentro hacia fuera, pero también de afuera hacia adentro, el lo iba llorando todo, todo lo que podía, aun cuando su rostro estaba con ese color rojizo y la hinchazón en sus pómulos se hacia presente. Era de esos llantos que hacen doler entre medio de las cejas y el seño adopta postura de tonto enojo que la cabeza se parte y se siente pesadísima, donde los pliegues cobran vida y uno parece un árbol viejo. El siempre se había preguntado de pequeño si los árboles llorarían, al ver la sabia rodar, sonriendo corrió con la abuela a contarle que había descubierto las lagrimas de los gigantes.
La música seguía en un sin fin de sonidos que parecían increíbles, la canción mezcla de rock con música clásica encantaba la situación, y Manuel ni siquiera reparó que su piano se estaba inundando y las maderas se quebraban. El, entre gritos y llantos de angustia, en el medio del cuarto, sobre el cubrecama sucio; el cuarto tapado de agua, por que todo lo brotaba…los delfines se asomaban a ver como el se hundía en ese agua terriblemente salada, las estrellas no salían esa noche y Manuel iba muriendo de a poco, sin reaccionar, sin poder moverse, solo, llorándolo todo, cada pétalo y cada suspiro.
Luego de horas el padre lo encontró, aun tumbado en la sucia colcha, parecía dormido, en ese estado de armonía idiota que da la pena cuando de tanto llorar las olas se aquietan. El papá se acercaba de a poco, mirando la situación, el piano estaba casi en ruinas y Seru ya no tocaba, no quedaban rastros de las estrellas ni los delfines, ni nada, el silencio del desorden poblaba todo…
Manuel en un segundo fugaz se levanto y corriendo abrió la puerta de calle, el mar se había ido con el, y mirando entre la gente, esas columnas de náufragos que veía, pensó, que el mundo era un lugar triste para el.

3 comentarios:

IK dijo...

oh que duro es!
pobre manuel, me preocupa tanta tristeza bloggera.

aldi dijo...

Quizas Manuel no sabia que habia una estrella iluminandolo desde la lejania...
Llorar hace tan bien a veces. La humedad del alma, algo que sobra en forma liquida, raro no?
Decile a Manuel que extrañar es mejor que no sentir.

Vamos a ver como sigue la historia... sin fin.

Nahuel Zaldumbide dijo...

La humedad siempre es buena, no mata el alma ni envenena...Dios bendiga a la humedad.
Esa estrella que ilumina por ahi es el futuro de Manuel...

"Narf...diria Pinky"